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Convictos ucranianos toman las armas para ganarse la redención

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Jul 13, 2024

UCRANIA-.Como miles de prisioneros ucranianos, Artur Kachurosvki ha aceptado unirse al ejército para recibir un indulto a cambio de luchar contra los invasores rusos.

El hombre de 27 años, encarcelado por robo, está en libertad condicional dentro de las fuerzas armadas y solo podrá volver a casa una vez termine la guerra.

«Puede que la vida allí me arregle, solo un poco, para mejor», dice en la prisión de Boryspil cerca de Kiev, donde espera el momento de ser desplegado.

Ucrania necesita soldados después de más de dos años de guerra contra Rusia y multiplica sus esfuerzos para incrementar sus tropas con normas más severas para el reclutamiento o permitiendo combatir a los presos.

El Ministerio de Justicia asegura que unos 5,000 convictos han solicitado unirse al ejército tras la aprobación de una nueva ley en mayo.

La ley solo excluye a los condenados por crímenes como violencia sexual, asesinato de dos o más personas y casos graves de corrupción.

«Los prisioneros tomaron Bajmut»

En fases anteriores de la guerra, dirigentes ucranianos se habían mofado de las fuerzas rusas por reclutar presos para las filas del grupo de mercenarios Wagner.

Esa práctica llevó a comparaciones con la movilización de prisioneros de los gulag de Stalin, que quería que los criminales pagaran con sangre sus pecados.

Ahora los funcionarios ucranianos evitan los paralelismos con Wagner pero la analogía se extiende en las cárceles.

«Los prisioneros tomaron Bajmut. Desgraciadamente, no los de nuestro lado», afirma sonriente Kachurovski en referencia a la conquista de esa ciudad del este de Ucrania por parte de las tropas del grupo Wagner.

Al menos 40,000 prisioneros se integraron al grupo paramilitar, según estimaciones de Estados Unidos del año pasado, durante un proceso de reclutamiento liderado por el difunto líder de la organización, Yevgueni Prigozhin.

Este prometió a los presos la libertad si sobrevivían seis meses en el frente, y la ejecución si cambiaban de idea.

Las autoridades ucranianas ofrecen mejores condiciones como el derecho de echar atrás sus solicitudes o de volver a prisión una vez desplegados.

Oleg Omelchuk, de 31 años, es uno de quienes se ha retractado y finalmente ha decidido quedarse en prisión.

«Eres un convicto por encima de todo lo demás (…) Es así aquí y sería así allí», explica.

«Impaciencia»

Volodimir Barandich, que sirvió en el ejército antes de ser expulsado y encarcelado por tráfico de drogas, está impaciente por volver.

El hombre de 32 años, lleno de tatuajes, defiende su inocencia. «Me dieron unas vacaciones que no pedí», dice sobre su sentencia condenatoria.

Mientras aguarda su momento, Barandich enseña nociones básicas de combate a sus compañeros. «Los ojos de la gente arden de impaciencia», dice.

Para la viceministra de Justicia, Olena Visotska, la guerra es una forma adecuada de hacer justicia.

«No podemos encontrar una mejor forma de rehabilitar a alguien a ojos de la sociedad que ayudar a las fuerzas armadas», argumenta.

El vicecomandante del batallón de prisioneros de la 92ª brigada de asalto, Roman Kirichenko, habla maravillas de sus soldados.

El batallón puede «llevar a cabo tareas especializadas específicas en las áreas más peligrosas», afirma.

Un soldado del batallón de 26 años, Mikola Sukhotin, que estaba cumpliendo una sentencia de un año por asesinar a un hombre, reivindica estar listo para el combate.

«Hemos pasado ya nuestra propia formación en fortaleza psicológica y motivación. Ya estamos curtidos», señala.

«No vengan a por libertad»

Vitali Kononenko, que explica que fue enviado a la región de Donetsk después de 20 días de entrenamiento, discrepa.

«No somos dioses de la guerra, somos simplemente gente normal que nos hemos tropezado», afirma Kononenko.

Oleg Tsvili, de la oenegé Protección para los Presos de Ucrania, dijo que el balance de los presos liberados para servir en el ejército es en general positivo, pero expresó algunas inquietudes sobre su trato.

«Algunos comandantes tratan mal incluso a la gente movilizada ordinariamente, ¿por qué sería distinto para los prisioneros?», afirmó.

Kononenko esperaba poder ver a su familia antes de salir al frente y quedó descorazonado al saber que no podía.

También asegura que los formadores lo trataban de forma diferente y «no dejaban (a los otros compañeros) olvidar» su pasado.

Ahora está centrado en conseguir el equipamiento necesario para los otros 40 expresos de su grupo, empezando por un coche que funcione.

«Tengo que sobrevivir. Tengo que dar un giro a mi vida. Tengo que hacer que esta gente que me señala diciendo ‘convicto’ vean que fui capaz de conseguir algo en el ejército».

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